La orilla del Eume toma impulso
El mítico escenario medieval gallego carece de oficina de rehabilitación. Pontedeume está a punto de presentar un minucioso estudio que debería servir de partida para la esperanza.
Un estudio realizado por la Universidade da Coruña confirma que más de la mitad de las viviendas del casco viejo de Pontedeume están vacías y cerca del 70% deberían ser reformadas. Sin embargo, a pesar de este panorama indiscutible, la tierra de los Andrade no dispone de una oficina de rehabilitación. Mientras las Fragas do Eume, en el balcón del río, presumen de preservar un ecosistema único gracias a su condición de parque natural, el núcleo histórico donde los irmandiños agitaron la historia se mantiene en la incertidumbre. Algunas viviendas ya han avisado de su situación decadente y el grado de abandono es tal que la villa se ha sumergido de lleno en una peligrosa cuenta atrás.
Pontedeume no puede aguardar más. El gobierno municipal entregará la próxima semana a Vivenda un minucioso estudio sobre el estado real del casco histórico, en redacción desde hace varios meses y que radiografía 583 edificios. De ellos, solo la cuarta parte mantienen el tipo, mientras que el 5% de las 15 hectáreas que han sido objeto del estudio ya ha entrado en una fase de ruina y el 20% sobreviven en mal estado. El trabajo será el primer paso para que la Consellería de Vivenda cree una oficina de rehabilitación que gestione las ayudas de la Administración y los particulares en la capital eumesa. Ya en el 2004, el gobierno municipal de entonces inició los trámites para declarar el casco área de rehabilitación integrada (ARI) y advertía de la precaria situación de más de 200 viviendas. Poco se ha avanzado hasta ahora.
Mientras las mejoras no se aprecian, los actuales responsables se las apañan para ir acometiendo obras e impulsando iniciativas que permitan aliviar la situación. Se quejan de que para cualquier arreglo haya que someter la vida municipal a un serial burocrático. «Me parece perfecto que exista un control grande de Patrimonio de todas las obras que se hacen, pero muchas veces el proceso es muy largo y al final una obra puede costar el doble de tiempo y de dinero», lamenta Eugenio Otero, concejal de Urbanismo. La Administración local está dispuesta a impulsar un lavado de cara a la piedra, que incluiría el enterramiento de los cables eléctricos que todavía cuelgan de muchas fachadas, pero el dinero se hace imprescindible. «Esos pequeños detalles son carísimos, por mucho que queramos hacer bien las cosas», reitera Otero.
Desde el torreón de los Andrade -donde, por cierto, un cartel avisa de que «falta personal» para atender la oficina de Turismo, algo que se solventará en julio, dice el Concello- y el mercado municipal, también de capa caída, Pontedeume ofrece una perspectiva agradable: el ambiente, a diferencia de otras ciudades, es extraordinario, con jóvenes entrando y saliendo de las tiendas y niños jugando sin parar. El alcalde viajó hace un par de semanas a Madrid para solicitarle al Gobierno la financiación para remodelar el mercado, pero también aquí Patrimonio deberá redactar un informe que permita una transformación en el espacio público. Aun así, el centro ha logrado mantener su población y hasta fue potenciado en algunas esquinas. Otra cosa es lo que ocurre por la zona cercana a la iglesia de Santiago. Por allí el abandono es mayor y las aberraciones se suceden. Sin ir más lejos, el asfaltado que rodea al propio templo escandaliza a cualquiera, menos a los conductores que continúan aparcando en dicho espacio y a los promotores de las viviendas que preceden a la franja que está pegada a las antiguas murallas. Es allí donde la piedra se entrega al ladrillo. Algunas calles que conservan la estructura y el encanto de antaño, con fachadas extraordinarias, se mantienen en silencio, en medio de un ambiente desértico.
Hablar de rehabilitación con los vecinos suena a chino. De hecho, muchos ya ni viven allí, y los inmuebles que aguantan en pie de buenas maneras están ocupados solo en determinadas épocas del año, sobre todo en verano. «No tengo ni idea qué debo hacer, pero tengo claro que meterse en papeles es perder el tiempo», dice un vecino de la zona antigua. Quizás la oficina de rehabilitación levante el optimismo.